sábado, 7 de enero de 2012

Acaso hay algo mas?

   Este trabajo fue para el estreno de la película del gato con botas. En él pedían un chico con nociones de esgrima para caracterizarse y enseñar a los niños algunos pasos básicos. Es uno de esos trabajos que veo y digo... ¿porqué no? La verdad, cuando me llamaron y me dieron directamente el trabajo sin siquiera entrevistarme, me empecé a cuestionar dónde me había metido. -Yo he hecho unos meses de esgrima, pero hace ya como siete años- me decía a mi mismo- A ver qué les vas a enseñar... Si yo también odio esa faceta mía.... El miedo a no dar la talla es mi criptonita.

   El caso es que me presenté ese viernes y conocí el espacio, a unas compañeras maravillosas y nos pusimos al lío. La verdad es que siempre suelo tener una suerte tremenda con la gente que me encuentro. A pesar de estar un poco frío en esto de trabajar con los niños, aprendí rápido, sobretodo fijándome en los detalles que tenia una de las chicas, a la que vamos a llamar E, que estaba en la zona para que los niños pintasen. Era muy cariñosa con ellos y de ella aprendí a llevarlos de la mano para que me acompañasen de una zona a otra. A preguntarles siempre sus nombres y edades, qué les gusta... Esto abría las puertas a que el niño estuviese más a gusto contigo. Estos detalles pueden resultar evidentes para mucha gente pero yo he crecido sin hermanos y soy mas bien recatado en el contacto físico con personas desconocidas. Es por eso que, aun siendo evidente, no estaba en mi comportamiento, cosa que inmediatamente subsané.

   El sábado fue mucho más divertido. Me sentí a gusto desde el minuto uno y, aunque la jornada fuese eterna, entregué todo lo que tenia para que los niños pudiesen aprender, divertirse, reír, saltar, desfogarse, soñar... Me di cuenta de que recibí mucho más a cambio. Ver cómo el niño me miraba extasiado pensando que luchaba de veras con un espadachín de la época. Ver esa ilusión en sus ojos. Cómo se ríe cuando te haces el muerto. Cómo se siente orgulloso cuando lo laureas por haber aprendido un truquito nuevo... Eso no tiene parangón con lo que me haya aportado otro trabajo en mi vida.

   Retomando el momento con el que empecé, y finalizando el inciso que os informa de la situación en general, me dispongo a contaros el curioso comentario de un amigo de mi muy cercano P. Este amigo, que ya había visto algún que otro día, después de un corto rato de charla, me preguntó de qué trabajaba. Yo le respondí que ahora estaba realizando este evento para los niños. Sin darme tiempo a explicar más, me replica que yo debería estar haciendo algo mejor que eso. Que me ve con mejores capacidades y que podría ser yo que sé qué, por que se me ve con coco... Yo sonreí y dije poco más al respecto, dejando pasar el tema. Pero me empecé a plantear la escala de valores en la que nos sustentamos. ¿Acaso hay algo que se estudie, se construya o se haga que no tenga como fin la felicidad o el bienestar de las personas? ¿Acaso el puente que hace un ingeniero no se construye para que la gente pueda pasar rápidamente de aquí para allá a visitar a sus familiares asiduamente, ir a trabajar en un tiempo menor, que mercancías que mejoran la vida de la gente puedan entrar a la ciudad?... ¿Acaso quien diseña un teléfono móvil con sus complicados circuitos no lo hace para acercar a la gente que no puede estar una delante de otra en ese momento? ¿Acaso un psicólogo busca algo para sus pacientes que no se pueda denominar como felicidad? O un medico, ¿al curar no crea en esencia eso mismo al conseguir devolver la salud a sus pacientes?

   Es por eso que me pregunto qué hay de poco importante en dar ilusión a todos esos niños con los que interactué. Con los que jugué y a quienes enseñé. Quizás no les enseñé demasiado de esgrima ya que muchos eran pequeños, pero yo no estaba allí para eso. Conseguí algo mucho mejor. Conseguí que soñasen despiertos y que riesen, se sorprendiesen... Conseguí para mí y para ellos ese material que se cree tan escaso que hay gente que buscándolo sepulta fortunas. Conseguí felicidad, que como dice el sabio Nach, cuanto más la gastas más te queda.








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